Reabren zonas arqueológicas de Querétaro

Reabren zonas arqueológicas de Querétaro

Ya fueron reabiertas al público tres zonas arqueológicas de Querétaro: El Cerrito, Toluquilla y Tancama, además de prever la próxima apertura de Ranas, con todos los protocolos sanitarios, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Esto, se indicó, como parte de la reanudación gradual de visitas presenciales en zonas arqueológicas y museos de la red del INAH, a lo largo y ancho del país, dispuesta por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Las zonas arqueológicas de El Cerrito, Toluquilla y Tancama pueden recorrerse nuevamente de jueves a domingo. El horario de visita en El Cerrito, en el municipio de Corregidora, es de 9:00 a 14:00 horas. El aforo máximo permitido es de 60 personas de manera simultánea. En Toluquilla, en la Sierra Gorda de Querétaro. el horario es de 10:00 a 16:00 horas, con aforo máximo de 20 personas.  En Tancama, también en la Sierra el horario es de 10:00 a 16:00 horas, con aforo máximo de 30. En los tres casos se admiten grupos de 10, incluido el guía.

Aquí la descripción de las tres zonas reabiertas y su importancia histórica, con datos del INAH.

PIRÁMIDE DE EL CERRITO

Su nombre proviene de la identificación del sitio con su principal estructura, un basamento piramidal de 30 metros de altura. A lo largo del período novohispano recibió varios nombres. Es muy probable que los habitantes otomíes y chichimecas del valle de Querétaro hacia fines del siglo XVI, hayan llamado al sitio San Francisco Anbanica (Que quiere decir “templo alto” en otomí). Hacia finales del siglo XVIII fue nombrado como “el Cerrito de Cascajo”.  Por otro lado, en algunas fotografías de principios de siglo XVIII  (ubicadas en la fototeca del INAH), llevan como leyenda el nombre de “el Cerrito Pelón”. En la asignación de su nombre también habrá que considerar los derrumbes en las caras del basamento piramidal, los cuales dejaron expuesto su núcleo de tierra y piedra, sobre el cual creció la vegetación, dándole por muchos años el aspecto natural de un cerrito. Actualmente recibe el nombre popular de la Pirámide del Pueblito.

Esta zona arqueológica se localiza a 7 km., de la ciudad de Querétaro. Su ocupación fue continua desde el Preclásico Superior hasta el siglo XVII. Las estructuras arquitectónicas fueron construidas en un espacio de suelos poco profundos con afloramientos rocosos, los cuales fueron aprovechados para la edificación de los basamentos y plataformas habitacionales. Las evidencias arqueológicas sugieren que el sitio captó influencias de distintas culturas a lo largo del tiempo: Chupícuaro, Teotihuacán, Toltecas, Chichimecas, Purépechas y Otomíes. Aunque ya desde el Clásico Tardío El Cerrito era un lugar que incorporaba a su territorio otros asentamientos menores, es hacia el Posclásico Temprano que El Cerrito tiene su época de mayor importancia como centro regional vinculado con la expansión Tolteca. Posterior a esta etapa, el sitio mantuvo su importancia como lugar de culto entre las etnias locales (Otomíes, Purépechas y Chichimecas). Fuentes franciscanas señalan que hacia 1632  los indígenas continuaban ofrendando a las deidades prehispánicas en los altares del sitio. Cronología: 300 a. C. a siglo XVII. Ubicación cronológica principal: Posclásico, 900 a 1200 d. C.

TOLUQUILLA CERRO JOROBADO

Toluquilla es un vocablo híbrido, que proviene de la raíz náhuatl tolloa  que describe la acción de jorobarse y la partícula castellana illa, lo que tendría un significado equivalente a “Cerro Jorobado” o “Jorobadillo”. El sitio se halla enclavado sobre una meseta alargada que fue modelada con rellenos de piedra y lodo; en está, además, hay excavaciones que forman superficies planas a diferentes niveles, sobre las cuales la ciudad fue erigida siguiendo el eje del cerro, es decir, de norte a sur. La traza de Toluquilla consta de tres ejes de circulación  y cuatro juegos de pelota. Las edificaciones eran levantadas sobre otras más antiguas, para con ello lograr mayor altura y longitud. Sus arquitectos usaron grandes cajones de roca rustica para soportar el peso del edificio y, sobre estos, alzaron muros angostos hechos de laja bien talladas, que luego recubrieron con finas capas de estuco, posiblemente decoradas; el paso del tiempo ha dejado las piedras desnudas en la mayoría de los casos; sin embargo, todavía hay monumentos con restos de estuco. La localidad vivió dos grandes épocas: la primera, y menos conocida, del 300 a.c. al  500/600 d.c La segunda, que deja como legado el mayor número de edificios, del 600 al 1350 después de Cristo. En Toluquilla vivían los sacerdotes y personas relacionadas  con el culto; el resto de la población lo hacía en los caseríos de los alrededores. Su organización social fue jerárquica y se especializó  en la obtención de pigmentos minerales, como el cinabrio o granate (sulfuro rojo mercurio) el almagre (oxido de hierro).

Toluquilla se localiza a unos 110 kilómetros al noroeste de San Juan del rio, Querétaro, su acceso es por la carretera 120 hasta llegar al poblado de Vizarrón, mas a delante a unos 7 kilómetros esta la desviación a San Joaquín que  llega a otra  desviación que se llama cuarto de la maquinas o la virgencita, se toma a la derecha y a unos 11 kilómetros se encuentra un camino que conduce a esta zona o si prefieren llegar hasta San Joaquín donde hay camionetas de servicio público que llevan hasta la zona como viaje especial.

TANCAMA CERRO DE FUEGO

Enclavada en el corazón de la Sierra Gorda de Querétaro, la Zona Arqueológica de Tancama es un sitio donde, en el solsticio de invierno, el Sol se alinea con la cima del Cerro Alto, una colina artificial que fue creada en la época prehispánica para emular a una montaña aledaña. Está ubicado a sólo 15 minutos de la cabecera municipal de Jalpan de Serra.
Tancama —que en lengua huasteca quiere decir “Cerro de fuego” o “Lugar de pedernal”— es la sexta zona arqueológica que se abre en el país durante el presente sexenio, lista para que los visitantes puedan conocer el área monumental del sitio que es clave para entender la configuración de la Sierra Gorda en tiempos precolombinos.
El arqueólogo Jorge Quiroz Moreno, responsable del Proyecto Arqueológico Tancama, informó que el lugar se conforma de tres plazas en desnivel que imitan la forma del Cerro Alto o Tancama, el cual está aledaño y también tiene tres declives, lo que favorece al registro del solsticio de invierno en la cima artificial.
El recorrido por esta nueva zona arqueológica abarca dos de las plazas denominadas Mirador y Santiago, en ambas están distribuidos edificios como el de las Mariposas de cobre (el más alto del lugar con 7.5 m), de los Muertos, de la Culebra azul, del Patojo, de las Espinas de mantarraya, del Huasteco, de los Anzuelos, del Callejón y del Cuchillo de obsidiana.
Estas construcciones fueron realizadas antes de 500 d.C., durante el periodo de apogeo de Tancama, en el Clásico Medio (500 y 750 d.C.); los nombres de cada edificación obedecen a los objetos hallados durante las excavaciones hechas en los mismos, o bien, a características arquitectónicas específicas. En la zona arqueológica de Tancama también destaca un juego de pelota de 18 metros de largo, que representa uno de los más pequeños localizados en México.
Quiroz Moreno, investigador de la Dirección de Estudios Arqueológicos (DEA) del INAH, indicó que durante la investigación del sitio se han descubierto evidencias arqueológicas que establecen que Tancama tuvo una ocupación continua de mil 400 años, de 200 a.C. a 1200 d.C.
La cantidad de estructuras que se han detectado en el centro ceremonial y sus alrededores es de aproximadamente 62; el área monumental abarca 3.6 hectáreas, que fueron adquiridas por el municipio queretano de Jalpan de Serra con el objeto de facilitar las labores arqueológicas desarrolladas por el INAH.
Los trabajos de exploración y consolidación se intensificaron, de manera que en algunas temporadas de campo se contó con la participación de hasta 100 personas de las comunidades cercanas.
Jorge Quiroz hizo hincapié en que el estudio de Tancama se inserta en un gran proyecto arqueológico denominado Valles de la Sierra Gorda, que a su vez se divide en tres programas de trabajo: Cazadores – recolectores; Agricultores, y Misiones y haciendas, incluyendo así, el amplio desarrollo cultural de esta región. 

En este caso, Tancama, que pertenece al rubro de Agricultores —programa dentro del cual se han podido registrar otros 186 sitios arqueológicos—, se ubica en un valle, que de acuerdo con los datos obtenidos en las investigaciones, comenzó su ocupación a partir de 200 a.C.
La región a la que se aboca el Proyecto Arqueológico Valles de la Sierra Gorda, “tiene una fuerte influencia huasteca, como se puede apreciar en la cerámica, la arquitectura y las costumbres funerarias. En Tancama, las exploraciones señalan que su desarrollo se extendió hasta 1200 d.C.
“La zona arqueológica se localiza al pie de una ladera, frente al Cerro Tancama, y en su momento controló el valle del mismo nombre. En la parte oeste del asentamiento posiblemente se encuentra el área habitacional, donde posteriormente se realizarán exploraciones para continuar los estudios del sitio”, comentó el arqueólogo.
Durante las excavaciones en Tancama se han descubierto alrededor de 50 entierros, siendo en la temporada 2010 cuando se localizaron 34 inhumaciones correspondientes a restos de 26 individuos, en su mayoría de adultos, aunque también cabe destacar la presencia de infantes. Al respecto, la arqueóloga Alma Rosa Espinosa precisó que los entierros se hallaron bajo pisos de estuco, como parte del relleno de estructuras, en las alfardas y bajo escalones. De manera preliminar y conforme la cerámica asociada que también se encontró, la antigüedad de los esqueletos oscila entre 500 y 750 d.C., así como de 1100 d.C.

La Secretaría de Cultura y el INAH tienen como finalidad que la visita a las zonas arqueológicas se convierta en una motivación para que la sociedad se reencuentre con su patrimonio cultural, pero es muy importante que el público recuerde que aún estamos con una epidemia activa, por lo cual es de suma importancia respetar los lineamientos sanitarios, así como atender a las recomendaciones y señalamientos que el personal del INAH indique durante la estancia en estos espacios, que son para disfrute de la sociedad.

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