500 años, no tlaxcaltequidad - 1
500 años, no tlaxcaltequidad

500 años, no tlaxcaltequidad

Hay causas que en el discurso parecen nobles, pero en los hechos se diluyen entre la vanidad y la falta de coherencia.

Bajo el pretexto de “celebrar la identidad tlaxcalteca”, un minúsculo grupo de activistas decidió realizar un evento paralelo al del 500 aniversario de la fundación de la ciudad, sin contar con los permisos correspondientes.

Cuando la Oficialía Mayor del Gobierno del Estado —en uso de sus facultades legales— negó la solicitud, vino la narrativa conocida: La del agravio, la censura y el “pueblo contra el poder”.

Lo cierto es que no hubo censura. Hubo legalidad. La autoridad tiene todo el derecho de permitir o negar un permiso.

El uso de un espacio público, sobre todo uno con valor histórico como la Plaza de la Constitución, no puede ni debe ser botín de sesgos políticos ni de orden convenenciero.

La ley exige orden, previsión y medidas de seguridad.

La Oficialía Mayor actuó en apego a derecho y eso no debería ser motivo de escándalo, insisto, fue un principio de orden.

Pero más allá del permiso, lo que preocupa es el propósito: Desacreditar una celebración estatal, porque gracias a la fundación de la ciudad de Tlaxcala hay México y les guste o no, hoy somos una mezcla de sangre española y tlaxcalteca. No es un tema ideológico o político, es un tema cultural y de innegable raíz.

Porque bajo la bandera de la “tlaxcaltequidad”, se intentó minimizar, descalificar, anular la conmemoración oficial de los 500 años, un acontecimiento que no pertenece a un gobierno, a un grupo o a un partido político, sino a todos los tlaxcaltecas. 

Convertir una fecha de profundo significado histórico en un acto de oposición simbólica no fortalece la identidad, la confunde.

La llamada tlaxcaltequidad es un acto que niega a quienes piensan diferente, a las mujeres que han hecho cosas distintas por Tlaxcala, no irse a tirar, gritar y patalear.

La dichosa tlaxcaltequidad es un símbolo de negación a lo que somos, así de fácil, así de sencillo, pero la negación sólo viene de los necios, también hay que decirlo.

Si bien la lucha ideológica y partidista son válidas, se tiene que reconocer que su encono es político y trataron de llevar a la arena de lo político un reconocimiento histórico a casi 500 grandes mujeres, menos esas que siguen emberrinchadas y frustradas que desprecian con sus actos a quienes sí recibieron su reconocimiento.

No hay nada más contradictorio que decir defender la historia mientras se desprecia su propio valor.

Las mismas voces que hoy se quejan de ser excluidas fueron, en su momento, reconocidas públicamente por el Gobierno del Estado como parte de las mujeres que han contribuido a la vida social de Tlaxcala —Yo, personalmente tengo serias dudas de algunas, la verdad—.

La invitación fue real, formal y respetuosa. Ellas decidieron rechazarla. No por convicción, sino por mero protagonismo, porque nada les satisface y es tanta su necesidad de atención que hasta irracionales son.

Decidieron rechazar un reconocimiento que las fortalecía en valor a su carácter y a sus principios, pero les ganó el ego, la sin razón, el rencor y su constante necesidad de tener atención.

Y luego, como suele pasar, montaron el teatro del agravio: El “nos negaron”, el “nos invisibilizaron”.

Pero la memoria pública es más amplia que un discurso de unas pocas, unas cuantas.

Porque mientras unas alzaban la voz acusar señalar con un dedo mientras otros tres les apuntaban, otras mujeres —igual de valiosas— recibían su reconocimiento con humildad y gratitud, con reflectores bien merecidos pero sin gritos ni pancartas absurdas, sino como las damas que son.

Eso también es sororidad. Eso también es identidad. Aplaudo a cada mujer que desde su espacio, han hecho de Tlaxcala la sociedad imperfecta que es hoy.

Tlaxcala no necesita gestos de confrontación para sentirse orgullosa, ni necesitamos de personas que quieran obligar a la sociedad a pensar como ellas ni que nos impongan su razonamiento.

Si el mundo es un lienzo, Tlaxcala cabe en una palma de la mano, no hay nada que no se sepa ni historia que no se conozca, ni abuso que no se comente. 

Lo que necesita Tlaxcala es respeto por su historia, coherencia con su gente y responsabilidad en su representación.

La plaza es del pueblo, sí. Pero también es de su memoria, de su orden y de su dignidad, es de todos y es de nadie.

Los presuntos activistas no pueden ni deben querer apropiarse de todo acto público y ni politizarlo a fuerza de la sin razón, entre ellas se dan cuerda y eso las confunde y las pierde en un laberinto de causas torpes y ausencia de identidad.

Y lo digo sin reservas: La historia ni es de un gobierno o de un minúsculo grupo de presuntas dueñas de la verdad, ni se toma, ni se desacredita, se honra.

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Alejandro Aguilar Gómez, licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Altiplano, es periodista y empresario de medios con más de tres décadas de trayectoria. Fundador y CEO de Grupo Monitor, dirige los portales digitales Monitor Xpress y MX en la Noticia. Ha sido jefe de información en prensa escrita, director de noticiarios radiofónicos y consultor en marketing político y comunicación estratégica. Es Presidente Fundador del Colegio de Periodistas y Comunicadores de Tlaxcala A.C. (2025-2029) y ha recibido 2 Doctorados Honoris Causa por su contribución al periodismo en México. Reconocido especialista en comunicación social, marketing digital y gestión de crisis, combina la praxis periodística con la consultoría política y la innovación en tecnologías de opinión pública.

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