Chepe Guerrero: El Alcalde que Gobierna en Ausencia y Pierde en Presencia - 1
Chepe Guerrero: El Alcalde que Gobierna en Ausencia y Pierde en Presencia

Chepe Guerrero: El Alcalde que Gobierna en Ausencia y Pierde en Presencia

Por Raúl Reyes Gálvez 

No está, no atiende, no gobierna. Pero, ¿quiere reelegirse?

En el corazón de la política mexicana contemporánea, donde el poder se construye no solo con leyes o infraestructura, sino con imágenes, rituales y narrativas, emerge un caso paradigmático que ilustra la crisis de legitimidad en el gobierno local: Josué David Guerrero Trápala, conocido como “Chepe Guerrero”, alcalde de Corregidora, Querétaro. Su figura —un político ausente de su propio municipio— es más que una anécdota; es un síntoma profundo de cómo la política moderna ha sido colonizada por el *teatro del poder*, donde lo visible reemplaza a lo real, y la representación sustituye a la representación.

La encuesta publicada por Massive Caller el 20 de agosto de 2025 revela un dato contundente: 56.9% de los ciudadanos de Corregidora no votarían por Chepe Guerrero si este buscara la reelección. Este número no es solo un indicador de descontento; es una declaración de *deslegitimación simbólica*. Y esta deslegitimación no se debe a una mala gestión técnica, sino a una falta de narrativa política auténtica, a una desconexión radical entre el poder ejercido y la vida cotidiana del pueblo.

Desde la teoría de la narrativa política, entendemos que todo régimen político necesita una historia que justifique su existencia. No basta con tener el control institucional: hay que contar una historia que conecte al gobernante con el pueblo, que explique su misión, sus valores y su proyecto colectivo. Chepe Guerrero, sin embargo, no cuenta una historia. Él reproduce una narrativa preexistente: la del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri González. Su presencia constante en actos gubernamentales, en firmas de convenios en otros municipios, en caminatas que no son de su territorio, no son gestos de liderazgo local, sino actos de subordinación simbólica. Su cuerpo físico está ausente de Corregidora, pero su imagen está presente en las redes sociales, en los medios oficiales, en las fotografías del poder estatal.

Y aquí surge el problema: su narrativa no es suya, es prestada. No hay una historia de transformación local, de identidad municipal, de diálogo con la comunidad. Solo hay una repetición de discursos de Estado, de proyectos estatales, descontextualizados del contexto local. Es un rock star político que canta canciones ajenas, con una voz que no pertenece al pueblo que lo eligió. Su perfil digital no comunica cercanía, sino distancia. No muestra escucha, sino exhibición. No narra problemas resueltos, sino triunfos institucionales ajenos a la realidad de Corregidora.

La teoría del juego del poder político nos enseña que el poder no es un objeto, sino una relación de fuerzas, un conjunto de prácticas que se construyen mediante la inclusión y exclusión, la visibilidad y la invisibilidad. Chepe Guerrero juega un juego muy claro: se aleja del pueblo para acercarse al poder central. Mientras tanto, el pueblo queda excluido. No solo físicamente —porque él no está en la plaza, no atiende a empresarios, no visita escuelas ni hospitales—, sino también simbólicamente: el muro que lo protege de su pueblo es un símbolo de fortaleza, pero también de aislamiento. Es una fortaleza del poder, no de la convivencia.

Este muro no es solo físico. Es también digital: aunque tenga presencia en redes sociales, esa presencia es espectacular, no dialogante. Las historias que comparte son de eventos oficiales, de fotos con autoridades, de proclamas de éxito estatal. Pero no hay testimonios de conversaciones con vecinos, no hay reportajes sobre problemas locales, no hay empatía visible. Es un perfil de influencer político, no de líder comunitario. Y mientras él se aleja, la violencia crece. Asesinatos de civiles y policías, amenazas escritas en paredes, lonas en su contra… Todo esto no es solo un fenómeno de inseguridad; es una respuesta simbólica al vacío de poder local. Cuando el alcalde no está, el pueblo no tiene interlocutor. Cuando no hay diálogo, la frustración se expresa en grafitis, en protestas silenciosas, en el rechazo masivo medido por la encuesta.

Desde el pensamiento de Max Weber, sabemos que el poder legítimo requiere tres componentes: tradición, carisma y legalidad. En el caso de Chepe Guerrero, la legalidad está intacta (es electo, tiene mandato), pero el carisma y la tradición están erosionados. No hay carisma porque no hay conexión emocional con el pueblo. No hay tradición porque no ha construido una historia colectiva. Su poder, entonces, se sostiene únicamente en la legalidad institucional, pero esa legalidad se vuelve frágil cuando carece de legitimidad social. Y aquí entra el concepto clave: el poder ausente no desaparece; se transforma en dominación simbólica. Como señala Pierre Bourdieu, el poder opera incluso cuando no está presente, a través de estructuras, normas y representaciones. En Corregidora, el poder de Guerrero no se ejerce directamente, pero se siente en la ausencia de respuestas, en la lentitud de soluciones, en el miedo a hablar con él.

Es un poder que no se vive, sino que se evita. Un poder que no se ve, pero que se siente en cada asesinato no resuelto, en cada obra que se detiene, en cada reclamo ignorado. La encuesta de Massive Caller no es solo un dato estadístico. Es un juicio político simbólico. El 56.9% que dice "no" no está diciendo que Guerrero sea un mal alcalde por su gestión técnica, sino que no lo reconoce como su representante. Ese rechazo no es contra su persona, sino contra su ausencia de compromiso, su falta de narrativa, su desvinculación del pueblo.

Chepe Guerrero no es un caso aislado. Es parte de una tendencia más amplia en México: la política del espectáculo, donde los políticos buscan ser "vistos", no "escuchados". Donde la imagen en redes sociales vale más que la solución de un problema de agua potable. Donde el alcalde se convierte en un actor secundario del drama estatal, olvidando que su rol principal es el de servidor público local. Pero la encuesta de Corregidora nos dice algo fundamental: el pueblo no quiere un rock star político. Quiere un líder. Y un líder no es quien se pone en fotos con el gobernador, sino quien se pone de pie frente a los ciudadanos, mirándoles a los ojos, escuchándolos, respondiendo.

La narrativa política no se construye en salones de conferencias ni en redes sociales. Se construye en las calles, en las plazas, en las escuelas, en los hospitales. Y cuando ese espacio se vacía, el poder se desmorona, aunque las estructuras sigan en pie. Chepe Guerrero es un ejemplo de lo que ocurre cuando el poder se desplaza del pueblo hacia el centro del Estado, y cuando la narrativa política se convierte en una imitación vacía. Y la encuesta de 2025 no es solo un resultado electoral. Es una advertencia: el pueblo no olvida, y no perdona la ausencia.

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