
México sin margen: Sheinbaum, Trump y el desmantelamiento del Estado
Por Arturo Moreno
Desde el inicio de su administración, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha sido castigado con aranceles del 25% a las exportaciones, militarización de la frontera, buques de guerra en las costas nacionales, operaciones encubiertas en territorio mexicano y señalamientos directos como un régimen favorable a organizaciones terroristas. En respuesta, Sheinbaum ha desplegado miles de militares, intensificado operativos y aceptado una mesa permanente de negociación con Washington, mientras intenta mantener la unidad al interior del gobierno y del partido. Pero lo hace desde una posición de debilidad institucional, sin capacidad real de interlocución ni margen de maniobra soberana.
Los escándalos de corrupción de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto —por más escandalosos que hayan sido— operaban dentro de un marco institucional que, aunque erosionado, aún conservaban mecanismos de contención, fiscalización y simulacro democrático. Hoy, bajo el gobierno morenista, ese andamiaje ha sido desmantelado. No se trata ya de desvíos millonarios o adjudicaciones, sino de un régimen que ha vaciado de contenido a los contrapesos, subordinado a todos los poderes y convertido al Estado en una extensión del partido… y ese partido hoy es señalado como la oficina de relaciones públicas de grupos criminales, de organizaciones terroristas.
Lo que antes se entendía como escándalos sistémicos ha derivado en una crisis estructural, donde el Estado mexicano ha dejado de articular su política —tanto interna como externa— en función de sus intereses. Mientras que el país enfrenta una ofensiva diplomática sin precedentes por parte del gobierno de Donald Trump, quien personalmente ha declarado que los cárteles gobiernan de la mano con el gobierno mexicano, mientras que las autoridades mexicanas están “petrificadas”; es decir, son incapaces de aceptar públicamente lo que todos saben, y mucho menos de cambiarlo.
Claudia Sheinbaum en términos técnicos, es una profesional de corte científico con escaso capital político. Que aunque recibió un gobierno con altos niveles de aceptación y control casi absoluto sobre su partido y distintas capas del Estado, se debate entre ser funcional a las rupestres estructuras de su partido y atender, a regañadientes, la presión externa del gobierno de Estados Unidos. Cada semana, el gobierno mexicano enfrenta golpes en escala ascendente que obligan a la Presidente Sheinbaum a someterse en privado, mientras que en público intenta sostener narrativas que apelan a un soberanismo inexistente. Incluso su control sobre SEDENA se ha visto afectado.
El capital político heredado se diluye rápidamente, en parte por no haber capitalizado el momentum de las presiones del Gobierno de los Estados Unidos, para – mediante actos de autoridad simbólica y acciones administrativas concretas – desmarcarse de las inercias de la administración anterior y obtener el capital político que tanto necesita. En lugar de ello, ha replicado la política de su predecesor, rodearse de asesores leales con escaso dominio en inteligencia, seguridad interior y administración pública elemental.
Las opciones de la Presidente Sheinbaum se reducen a cada semana y a diferencia de predecesor, no tiene el control de la agenda. Para Donald Trump el único tema que importa respecto a México, es el narcotráfico y la seguridad geopolítica de América del norte. Los objetivos de seguridad de Estados Unidos se han establecido y continuarán escalando, la pregunta sobre una posible intervención no es si sucederá, sino cuando.
Si la Presidente decide cooperar con el Gobierno de los Estados Unidos, aceptará la intervención en territorio nacional, con discurso técnico y se acercará a opciones políticas viables que amplien su margen operativo y neutralizar a los operadores del anterior presidente; si rechaza las acciones binacionales corre el riesgo de iniciar una crisis política que podría llevarla a ser desplazada, incluso destituída.
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