
Morena y la batalla por el 2027: hegemonía, riesgos y la sombra de la autodestrucción
“Quien no domina a los suyos, será derrotado sin pelear: Morena en Querétaro está al borde de ese error.”
Mirada Crítica/Por Raúl Reyes Gálvez
En política, como en el ajedrez, las victorias no son meros accidentes; son el resultado de una paciente construcción de posiciones, de sacrificios calculados y de la capacidad de anticipar los movimientos del adversario. Morena, el partido hegemónico de la Cuarta Transformación, ha entendido esta lógica y se encuentra en una fase decisiva: construir una hoja de ruta que le permita no sólo mantenerse en el poder, sino redefinir las reglas del juego rumbo a 2027.
Sin embargo, en Querétaro, el tablero luce especialmente complejo. Aquí el PAN gobierna con relativa comodidad, Morena carece de liderazgos fuertes y las divisiones internas han abierto grietas profundas. Lo que debería ser una fase de consolidación podría convertirse en el preludio de una implosión.
La renovación como estrategia de supervivencia (y riesgo de autodaño)
En un movimiento que recuerda a las purgas estratégicas de los grandes líderes políticos, Morena ha decidido que su supervivencia pasa por la renovación de sus cuadros y la democratización interna. La narrativa oficial habla de “compromiso con la Cuarta Transformación” y “rendición de cuentas”, pero en el fondo hay un cálculo frío: si el partido no se deshace de aquellos actores del pasado que encarnan prácticas contrarias a sus principios, la erosión interna podría convertirse en su talón de Aquiles.
En Querétaro, el problema es aún más delicado. Algunos de los llamados “padres fundadores” del movimiento han desarrollado vínculos con el panismo local, operando como puentes para intereses ajenos a la 4T. Si la dirigencia nacional se decide a aplicar la renovación a fondo, corre el riesgo de quedarse sin operadores en un estado donde Morena nunca ha logrado articular un liderazgo fuerte. En cambio, si tolera estas lealtades divididas, la narrativa de pureza ideológica se desplomará, y con ella la confianza de la base militante.
Fortalecimiento territorial: entre la capilaridad y el espejismo organizativo
Morena sabe que la política no se gana en las cúpulas, sino en las colonias, ejidos y barrios. Por eso, la creación de comités seccionales y estructuras locales más robustas no es una mera táctica organizativa; es una estrategia para desplegar un entramado de poder capilar que llegue hasta el último rincón del país.
Pero en Querétaro, la apuesta puede ser un arma de doble filo. La construcción de estos nodos territoriales podría no consolidar un poder orgánico, sino atomizar aún más a un partido plagado de facciones. Cada comité podría convertirse en un feudo local donde se reproduzcan las mismas prácticas clientelares que Morena dice combatir. En términos de ajedrez, cada peón avanza, pero sin un rey fuerte, la estructura se desmorona.
Control de la militancia: cerrar filas o ahorcar la base
La Comisión Evaluadora de Incorporaciones representa un giro maquiavélico en la estrategia de control interno. Bajo la bandera de “evitar infiltrados”, Morena está construyendo un filtro ideológico para blindar su cohesión. Esta medida reconoce que los mayores peligros para un partido en el poder no siempre vienen de fuera, sino de las ambiciones de quienes se cuelan en sus filas para minarlo desde dentro.
Sin embargo, en Querétaro el riesgo es mayor: aplicar un filtro estricto puede ser como cortar el oxígeno en un estado donde el partido ya respira con dificultad. Si el tamiz es demasiado fino, podría expulsar a los pocos cuadros visibles que quedan, dejando el terreno libre para que el panismo conserve la narrativa y las estructuras territoriales.
Ética y transparencia: relato y blindaje simbólico
El énfasis en la ética y la transparencia es, al mismo tiempo, un acto de comunicación política y un dispositivo de blindaje simbólico. Morena busca presentarse como un proyecto moralmente superior frente a sus adversarios, a quienes acusa de ser vestigios de un régimen corrupto y rentista.
Pero en Querétaro, donde la clase media observa con escepticismo las jugadas de la 4T, cualquier error puede ser amplificado como evidencia de que Morena “es igual que los otros”. La narrativa de austeridad y honestidad no bastará si no va acompañada de resultados tangibles y liderazgos locales con credibilidad.
Reformas y control electoral: la tentación de amaestrar al árbitro
La intención de renovar el consejo del INE con perfiles afines a Morena revela una estrategia más profunda: asegurar que el árbitro del juego esté alineado con las reglas del proyecto político. Esto no es novedad en la historia de los sistemas políticos; Maquiavelo ya advertía que quien no controla las instituciones terminará siendo controlado por ellas.
Sin embargo, en Querétaro esta estrategia podría ser un búmeran. El panismo, con una maquinaria propagandística aceitada, que hoy no cuenta, podría construir el relato de que Morena quiere “tomar por asalto” las instituciones. Si este discurso se arraiga, puede reactivar a un electorado opositor que hoy luce disperso pero no está muerto.
Última Escena: la implosión anunciada
La noche cae sobre Querétaro como un telón pesado. En las oficinas locales de Morena, las luces permanecen encendidas mientras las voces se apagan en murmullos ásperos. Hay comités recién formados, pero nadie sabe quién los dirige realmente; hay militantes antiguos, pero algunos ya pactan en la penumbra con el viejo panismo que siempre supo moverse en las sombras. La dirigencia nacional, desde la Ciudad de México, traza planes sobre un mapa que parece estático, sin advertir que aquí, en el Bajío, el tablero es movedizo y cada ficha tiene doble cara.
En las colonias y barrios, los comités de base repiten el mantra de la Cuarta Transformación: “Morena es el pueblo”. Pero la verdad es que ese pueblo observa con recelo; algunos piensan que son lo mismo de siempre, otros que son un espejismo que nunca llegó a cuajar. Mientras tanto, el PAN aguarda con paciencia, cómodo en su hegemonía local, confiado en que el adversario acabará por desangrarse solo.
En esta última escena, la tensión se palpa como en las películas donde sabemos que el protagonista está a punto de cometer un error irreversible. Morena se mira en el espejo y no reconoce su propio rostro: fracturado, infiltrado, debilitado. Sun Tzu lo habría gritado: “Quien no domina sus propias tropas, no merece la victoria”. Y Maquiavelo habría susurrado: “La debilidad interna es la mayor arma del enemigo”.
Comentarios